Con mi mayor respeto a todos los pollinos del mundo.
Hay una sentencia anónima que dice: “Mezcladas andan las cosas: junto a las ortigas nacen las rosas”. Y esa es ahora la situación de nuestra querida pero maltrecha España.
En el escenario en el que en estos momento nos desenvolvemos los españoles, todo es confusión, desconcierto, inseguridad, temor a no saber como ni cuando podremos salir de ese laberinto que es el amasijo de circunstancias que han hecho saltar por los aires, no solo nuestro bienestar material, sino lo que aun produce mayor zozobra en nuestro espíritu: la voladura controlada que desde el poder se ha hecho de todos nuestros valores y principios, los cuales constituyen parte de nuestro propio ser y la base de una concepción de la existencia.
La visita del Papa para abrazar al apóstol Santiago y consagrar como basílica el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, ha sido la ofrenda de una rosa de amor. Amor que algunos han pretendido mancillar con sus espurios intereses políticos, a los que ineludiblemente van unidos los personales. Ha sido algo tan hermoso que debe hacernos comprender que hay que regocijarse, no de que para llegar a las rosas, haya antes que pasar por las espinas, sino de que las espinas estén recubiertas de rosas.
El primer intento fue el de los nacionalistas catalanes al presentar el gesto del Pontífice de hablar en catalán, un reconocimiento de la identidad nacional de una Iglesia catalana. Pueril y tosco argumento ya que ¿todos? sabemos que solo hay una Iglesia que está en los cinco continentes; que asume, protege y fomenta por respeto, las raíces de todos los pueblos y precisamente por ese motivo es Universal. La Iglesia en la propagación de su mensaje, no hace distinción entre razas, continentes, naciones, nacionalidades y regiones y mucho menos entre ideologías. Hay saber distinguir e interpretar en su justo contexto, entre lo que es su función fundamental que es la propagación de la verdad revelada y otra el respeto debido a la identidad cultural y antropológica de los pueblos, como símbolo de la libertad del ser humano.
El Papa, como cabeza visible de la Iglesia católica más grande del mundo, con más de 1.100 millones de seguidores, no precisa de la de arrogante insolencia del dirigente de un pequeño partido político nacionalista como Artur Mas, cuando este, a modo de condicionante advertencia manifestó: “El Papa tiene que ser consciente de que viene a una nación que es Cataluña, y que no va a una región… meridional mediterránea…, pues sin mucha personalidad… el Papa tiene que ser consciente de que viaja a una nación de profundas raíces cristianas con una identidad propia forjada a lo largo de los siglos. Yo creo que el Papa eso lo entenderá y, si no, le ayudarán a entender que esa es su visita también”. Más adelante y contradiciéndose manifestó: “que para él, como cristiano, la visita de Benedicto XVI "tiene mucho más sentido como padre de la Iglesia católica que como jefe de Estado. Jefes de Estado tenemos muchos, pero representantes al máximo nivel de la Iglesia católica del mundo cristiano, de esos no tenemos muchos".
Como podrán observar por su estilo, su forma de expresión y por la profundidad de su pensamiento, Artur Más sobrepasa de largo a los príncipes de las letras y grandes pensadores españoles.
Francamente, tanto el fondo como la forma de estas manifestaciones, no es que me parezcan propias de una indigna soberbia y menosprecio al resto de los españoles, a los católicos de todo el mundo, a la Iglesia y al propio Papa directamente. Con perdón para los jumentos, me parecen un acomplejado e injustificado rebuzno.
El segundo intento, fue la inconveniente descompostura de nuestro presidente Sr. Rodríguez Zapatero, al ausentarse inoportunamente de España y no estar presente en los actos litúrgicos que para la visita del Papa, estaban programados desde hace muchísimo tiempo. Personalmente me parece una indecorosa y premeditada provocación, pues si bien son respetables sus creencias personales, como Presidente del ejecutivo español, no debe olvidar que legalmente representa a la totalidad todos y cada uno de nosotros, lo que le obliga como mínimo, a respetar las más elementales normas de cortesía para con otro Jefe de Estado que por encima de ello, es guía espiritual de una inmensa mayoría de españoles, practicantes o no practicantes, pero que basan su conducta y razón de ser, en los fundamentos y valores de la fe cristiana. Con mi mayor respeto a los rucios del mundo, entiendo personalmente que el comportamiento de nuestro presidente ante el mundo, una vez más ha sido la proyección de otro estentóreo y discordante rebuzno que contrasta con las palabras de unión, concordia, diálogo, entendimiento y encuentro, proclamadas por el Papa en su visita apostólica a España.
No se porqué, cuando escribo estas breves reflexiones, me viene a la mente el refrán español: “Rebuzno de burro no llega al cielo”.
César Valdeolmillos Alonso.
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