Quizás ya sean muy pocos quienes dudan de que en España estamos inmersos en una grave crisis económica y posiblemente en alguna crisis de otro tipo; pero es la de tipo económico la que se manifiesta de forma más preocupante en este momento.
En poco tiempo hemos pasado de ser ignorantes en macroeconomía a conocer el significado de varios términos relacionados con las cuentas del Estado, tales como: la deuda pública, el déficit presupuestario, la prima de riesgo, etc. Aunque tal vez estemos lejos de ser capaces de conocer correctamente el alcance de cada uno de ellos.
La deuda pública está constituida por miles de préstamos, a diferentes plazos y tipos de interés, que solicitaron para su financiación las Administraciones Públicas (Gobierno central, Autonomías, Municipios, Diputaciones), porque año tras año gastaban más de lo que ingresaban. Para pagar cada uno de esos préstamos hay que volver a solicitar otro. El gran problema que se tiene es que el interés de los nuevos préstamos es bastante mayor que el que se pagaba antes, y mayor que el que pagan otros países que no están en crisis. Ya se sabe, a perro flaco… ¿Cuánto se paga hoy en intereses por la deuda pública? Más de treinta mil millones de euros al año. Pero si el interés para todos esos préstamos fuera el que se está pagando en las últimas emisiones de deuda pública, que ronda el 7%, se tendrían que pagar más de sesenta mil millones al año a nuestros acreedores.
Para entender el alcance de lo que se paga en intereses por la deuda, tengamos en cuenta que treinta mil millones de euros es exactamente lo que costaría pagar un salario mensual de mil euros a dos millones y medio de personas. Es decir, que con lo que pagamos en intereses por la deuda nos daría para pagar a dos millones y medio de parados. Más aún, teniendo en cuenta que parte de estos parados ya cobran alguna ayuda por desempleo, serían muchos más de tres millones los parados que podrían dejar de estarlo, simplemente usando para ello el dinero que pagamos en intereses por la deuda pública junto con el que algunos están ya recibiendo por estar en paro.
Prácticamente no tendríamos crisis si no tuviésemos deuda, y no consuela el hecho de que otros países también tengan deuda, e incluso que en algún caso la suya sea mayor que la nuestra.
Pero la cruda realidad es que tenemos una deuda y que como los mercados no se fían de nosotros, cada vez nos piden más garantías para prestarnos dinero y, por tanto, cada vez pagamos más intereses para seguir financiándonos. Por otra parte, la deuda se incrementa por causa del déficit anual, salvo que se venda patrimonio para compensarlo.
En contraposición a esta situación desalentadora, se puede decir que, - en España -, existen hoy día razones para el optimismo. Así, sabemos que ha estallado la burbuja inmobiliaria pero a cambio hay vivienda construida y de calidad para todos. Por otra parte, al ser un país con una capacidad agrícola y ganadera destacada se puede vivir sin que nuestra alimentación esté en manos de otros países. Las vías de comunicación y el
parque automovilístico son muy aceptables, similares a los de países desarrollados de nuestro entorno. También contamos con un autoabastecimiento en buena parte de los productos que requieren un proceso industrial; y no digamos nuestro potencial turístico y el nivel de seguridad que se siente cuando paseamos por nuestras ciudades. Finalmente, en estas dosis de optimismo hemos de destacar el capital humano. Tenemos unas generaciones muy bien formadas; la mayoría de los nuevos parados son sistemáticamente titulados universitarios en todas las áreas del conocimiento. Así pues hay que ser optimistas y pensar que podemos salir adelante, pero ello requiere cambios importantes y unos años de esfuerzo por parte de todos. No hacerlo será mucho peor para todos.
Uno de esos cambios es el relativo a la forma de abordar la deuda pública. La solución, desde mi punto de vista, es cuantificarla de inmediato con total rigor, si queda algún resquicio, y tratar de minimizar su impacto, es decir reducir significativamente el coste que conlleva. No debiéramos estar a expensas de los mercados, pagando los intereses que ellos nos exijan. Incluso un rescate europeo nos pondrá intereses altos. Para salir de este problema una solución sería forzar un auto-rescate, que consiste en obligar a todos los trabajadores a cobrar parte de sus salarios en deuda pública y a todas las empresas a invertir parte de sus beneficios en deuda pública. En ambos casos la deuda pública sería a interés tasado y muy bajo (por ejemplo al 1%). El porcentaje de salario (o de beneficio de las empresas) empleado en deuda pública sería progresivo y en el caso de las empresas estaría en función de sus gastos en personal, obligando a adquirir más cantidad de deuda a las que tengan menor gasto proporcional en personal, de forma que esta medida constituyese un incentivo a la contratación.
Así, a modo de ejemplo para los trabajadores, un trabajador recibiría sus primeros 500€ de salario íntegros, pero el 5% de los 500€ siguientes se le abonaría en deuda pública, así como el 10% de los 1000€ siguientes, y el 20% de lo que sobrepase de 2000€. De esta forma un trabajador cuyo salario sea de 2000€/mes cobraría 1875€ en efectivo y el tesoro público le daría deuda por valor de 125€ cada mes a pagar en el tiempo que determine la ley con un interés del 1% anual. Otro que ganase 4000€ al mes recibiría 3475 en efectivo y 525€ en deuda pública (ello supone al cabo del año más de lo equivalente a una paga extraordinaria). Los mejor pagados (deportistas de élite, directores de bancos, etc. recibirían casi el 20% de su sueldo en deuda pública). Porque la crisis afecta a todos los trabajadores (también a los no trabajadores), y no solo a los funcionarios que se han convertido en los últimos años en chivos expiatorios de los gobiernos. Incluso la medida se debía extender al resto de personas que reciban dinero por cualquier otro motivo (desempleo, intereses de cuentas bancarias, premios por loterías y juegos, incluso pensionistas). En el caso de los pensionistas se les aplicaría la deuda de menor duración (la de tres y seis meses).
Lo mismo haríamos con las empresas.
Las cifras anteriores son exclusivamente a modo de ejemplo, pero disponiendo de datos relativos al número de trabajadores de cada rango de salario, y datos de empresas podemos afinar en los números y saber con precisión la cuantía del porcentaje para cada caso.
En esto consistiría el auto-rescate que propongo. Lo soportaríamos entre todos y de forma progresiva. La deuda pública dejaría de ser un problema y de la prima de riesgo dejarían de hablarnos. Nos costaría un esfuerzo durante unos años pero, tal vez, ese esfuerzo sea menor que el que vamos a pagar por otras vías.
Al cabo de unos años, menos de diez, en lugar de pagar cerca de sesenta mil millones (o a saber cuántos) en intereses por la deuda pública puede ser que no pagásemos ni quince mil.
Y, quizás, a partir de ahora cuando alguien plantee cambiar una plaza, o construir un metro o un aeropuerto innecesario dejamos de aplaudirle. Cuando muchos tengamos que cobrar deuda pública sabremos que todo lo que hacen las administraciones públicas es a costa de nuestro dinero y seremos más exigentes con nuestros políticos.
Victoriano Ramírez González
Director de GIME (Grupo de Investigación en Métodos Electorales, Universidad de Granada
Dep. Matemática Aplicada. Univerisidad de Granada
tel. +34 958244158 Fax +34 958249513
web: http://www.ugr.es/local/sistemaelectoral
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