Yo no quito el crucifijo

martes, 9 de junio de 2009

Europa no es laica


Es mejor herir con la verdad, para no destruirnos con la mentira
Anónimo
Hace pocos días escuché al jefe del ejecutivo acusar de rancio y reaccionario a Mayor Oreja, por defender unos valores humanistas con los que está de acuerdo la mayor parte de la sociedad, contraponiendo a esta posición una mentira, como que Europa es laica. La afirmación es tan falsa, burda, grosera y ofensiva para nuestra inteligencia y la propia historia del continente, que no merecería la pena abundar en ella, sino fuera porque muchos que se dejan guiar solo por las consignas difundidas por los estómagos agradecidos, se la creyeran de buena fe.


Recordé en ese momento aquella inolvidable frase de Rubalcaba en la jornada de reflexión de las elecciones de 2004: “España no se merece un gobierno que le mienta”,

Desde la restauración de la democracia con la aprobación de la Constitución Española de 1978, no ha habido gobierno en España que mienta más y con mayor descaro y desvergüenza que el que preside el Sr. Rodríguez.

No solamente en España, sino prácticamente en toda Europa, ha ganado esa derecha a la que el Sr. Rodríguez y su partido, califican de reaccionaria, trasnochada, rancia y anacrónica. Por el contrario, los valores “progresistas” de futuro que representa la izquierda actual, prácticamente se han hundido en casi todos los países miembros de la Unión, salvo en Grecia y Dinamarca.

Europa ha elegido a quienes representan aquellos valores que nos son propios y comunes, por historia, por tradición, por cultura y religión. Europa se ha pronunciado y ha dicho que no es laica, que sus valores encuentran sus orígenes en la antigua Grecia primero, en Roma después y en los humanistas que se enraízan en su tradición judeo-cristiana. Que sus valores no son la cultura de la muerte —aborto y eutanasia— que a golpe de decreto trata de imponer la izquierda. Que sus fundamentos son el amor y protección a la familia y no su destrucción; el respeto a la dignidad humana; el fomento de la cultura; la educación basada en el esfuerzo; el espíritu de superación de la persona y con ella, el de toda la sociedad; el enaltecimiento de la libertad, la honradez escrupulosa del erario público, el prestigio y verdadero acatamiento de una justicia independiente, el avance y mejoramiento de las prestaciones sociales.

Europa no quiere el progreso de las subvenciones; no quiere que nadie le de cada día la sardina que le obligue a ser fiel a ningún amo; quiere su caña para pescar aquello de lo que sea capaz cada uno en función de su capacidad de esfuerzo, superación e inteligencia. Europa no quiere ese progreso que solo produce millones y millones de parados y el hundimiento económico que históricamente ha representado la política de las izquierdas. Europa no quiere el enchufismo familiar y político de quienes la gobiernen. Europa ha dicho no a la corrupción y con su voto ha rechazado ser el capricho y cortijo de sus dirigentes. Europa ha dicho sí a los estadistas honrados que no intentan darle gato por liebre; que son honestos y le dicen la verdad, en vez de venderle fantasías de humo y castillos de arena. Europa ha dicho sí a los líderes que representan la unión, la lucha por un prometedor futuro en base a unos ideales que se asienten en el esfuerzo conjunto y solidario, en vez de aquellos que solo por la ambición de poder, siembran con su política la desunión, el enfrentamiento y rivalidad entre territorios hermanos a que da lugar la desigualdad producida por una política que solo responde a intereses electorales de partido.

En España ha ganado las elecciones, la honestidad y coherencia representada por su cabeza de lista Jaime Mayor Oreja, Alejo Vidal Cuadras y en última instancia, el ejemplar gesto de esa mujer incorruptible que es María Sangil, que son miembros del PP y que con su actuación han demostrado representar todos aquellos valores a los que antes me he referido. Moralmente, las elecciones no las ha ganado el partido cuyo presidente, Mariano Rajoy, ha desilusionado con su tibia trayectoria, a tantos y tantos que rechazan la política que desde hace cinco años viene practicando el actual ejecutivo.

La Biblia, en el Apocalipsis 3:15-22, nos sorprende con una afirmación tan dura como esta: "pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca".

La tibieza equivale a la indiferencia, el miedo o la cobardía a enfrentarse con la realidad palpable y manifiesta y lo que moralmente produce, es un efecto de alejamiento. No porque origine animadversión, sino porque causa decepción y descrédito.

En este aspecto, puede ser de plena aplicación al tema que nos ocupa, la afirmación de la escritora Mercedes Salisachs en uno de sus trabajos: “Es indudable que la tibieza, venga de donde venga, aunque nos parezca suficiente para considerarnos cristianos, aburre, fatiga y, sobre todo, anula la posibilidad de ser ecuánime y de alcanzar esa alegría que nos proporciona el hecho de sentirnos amparados por la misericordia de Dios”.

El ser humano rechaza de plano las situaciones ambiguas y de indefinición. No debe equivocarse el PP por haber ganado este round a los puntos, cuando con lo que está cayendo, políticamente, debería haber debería haber dejado fuera de combate a su rival de tal forma, que este se hubiese visto obligado a plantear al parlamento la “cuestión de confianza”.

Esta victoria a los puntos, no debería llevar al PP a subirse al carro del triunfalismo, porque en tres años que quedan de legislatura, aun quedan muchos rounds por librar y en este tiempo —que en política es muy largo— al adversario aún le queda mucho margen de maniobra.

El PP debería reflexionar muy seriamente y enarbolar valientemente la bandera de los valores que se supone que representa y que sus votantes están ansiosamente esperando. El mejor camino no es el ponerse de perfil, porque la tibieza, en la mayor parte de las ocasiones, es el sinónimo más terrible de la incoherencia.

Cuando la sociedad, como dice la cita de la Biblia, nos ve tibios, ni fríos ni calientes, no soporta saber que estamos en el punto mas peligroso posible; en el punto en que nos creemos algo sin ser nada; en el punto de creernos cerca de algo o de alguien, cuando ese algo o ese alguien, preferiría que estuviésemos lejos. En estas situaciones, lo menos que se puede esperar, es ser conscientes de la situación.

La tibieza no tiene nada que ver con la incredulidad; una persona atea, que no cree en Dios, jamás será tibia espiritualmente. Simplemente es una persona fría. El tibio, según nos dice la Biblia, está en una posición mucho más desfavorable que el incrédulo.

El Tibio es una persona que se mueve entre dos aguas; no es una ser ardiente en el espíritu, pero tampoco es un incrédulo. El Tibio es un creyente conformado y satisfecho, pero que no crece en su vida espiritual.

Muchos pensarán: “mejor eso que frío” ¿no?. Mejor ser creyente, asistir a una iglesia, escuchar la palabra de Dios, que ser frío. PUES NO. La tibieza es la peor de las posturas espirituales, ya que es inherente a una persona que cree estar vivo; estima estar seguro; imagina discurrir por el sendero de la verdad, sin darse cuenta que está lejos de todo eso. El tibio, es el adepto a unos principios de los que un día hizo profesión de fe; que dijo aceptarlos como objetivo de su existencia, pero que se ha acomodado a las circunstancias imperantes. El tibio es un muerto viviente; un zombi; un cadáver espiritual que camina entre los vivos, pero que está exánime.

De ellos dice Dios: “Te vomitaré de mi boca”.

La posición del tibio es la más digna de conmiseración, y a la vez de miedo. Los tibios piensan que de ninguna cosa tienen necesidad, y sin embargo, sus semejantes los ven desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos. El tibio vive conforme y a gusto con su actitud interior y esa conformidad, le impide percatarse de su verdadera situación.

En un momento dado, el incrédulo pude encontrarse con la realidad y percatarse de su situación de perdido; el tibio tendrá mas dificultades, pues se considera justo y salvo, aun cuando este tan perdido como el incrédulo.

Es fácil, muy fácil, entibiarse y peder el ardor de un primer amor; casi diríamos que es lo normal. Lo habitual es que el agua se entibie sola, no que se caliente. En la edad media, cuando dos ejércitos se enfrentaban, las ciudades asediadas solían reclutar a los más jóvenes para encargarles una misión de suma importancia. Uno de los métodos de defensa, era escaldar a los asaltantes. Para ello debían mantener hirviendo unas grandes cubas con agua, aceite o brea; pero la temperatura no debía bajar; debía estar hirviendo. Si estaba tibia, no servia de nada.

Creo que muchos hemos pasado por períodos de templanza, y es fácil acomodarse a la vida del tibio. A fin de cuentas no hay que hacer ningún esfuerzo, solo dejar correr el tiempo y esperar a que la fruta madure y caiga ella sola del árbol.

Pero la realidad es que si algo debe temer quien cree en unos principios, es precisamente ese entibiamiento, pues puede suponer el primer paso hacia la perdida del apoyo de quien un día confió en él. Por duro que suene, puede ser el primer paso hacia producir el vómito de Dios.

Con todo lo expuesto, lo más grave no es que unos u otros hayan ganado o perdido por el estrecho margen que han dictaminado las urnas. Lo que debe hacernos reflexionar a todos, porque llama muy poderosamente la atención de las personas sensibles, es que estos comicios, debiendo constituir una valoración por parte de la sociedad española de lo que viene ocurriendo últimamente, resulta verdaderamente sorprendente, el enorme desfase existente entre la dimensión de la crisis que estamos sufriendo y la tibieza de la respuesta de los sectores sociales, que particularmente están siendo más golpeados por la misma.

César Valdeolmillos Alonso.

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